La producción de plásticos lleva décadas creciendo de forma exponencial. En 1964 se producían 1,5 millones de toneladas al año de este material y en la actualidad se superan los 400 millones de toneladas. Para 2050 la previsión es de 1.800 millones de toneladas. Si no hacemos nada para evitarlo, en los océanos habrá más plástico que peces, pero no nos hace falta mirar al futuro. A día de hoy tenemos un grave problema.
El problema de los microplásticos
Se estima que entre el 2 y el 5 % del plástico producido en el mundo termina en el mar. Por poner un ejemplo, cada minuto se venden un millón de botellas de plástico en el mundo y cada uno de esos envases tarda unos 450 años en desintegrarse.
Los océanos están invadidos por una extraordinaria diversidad de plásticos como el polipropileno, polietileno de alta y baja densidad, poliuretano, poliéster, poliamida, policarbonato, PET o PVC procedente de bolsas, botellas, tapas, envases, fibras textiles, y también presentes en jabones, geles y cosméticos. El mar Mediterráneo es uno de los más contaminados en este sentido.
Es un gravísimo problema medioambiental que no podemos ignorar, porque también afecta a nuestra salud. Esos plásticos que van a parar al mar terminan deshaciéndose en trozos diminutos (de menos de 5 milímetros) llamados microplásticos, que terminan en el estómago de los peces que comemos, en el agua del grifo que bebemos e incluso en la sal de mesa.
Estudios científicos de laboratorio y de campo han detectado la presencia de microplásticos en especies comerciales como lubinas, atunes o sardinas. Según la FAO, al menos unas 220 especies marinas ingieren involuntariamente microplásticos. Por ejemplo, el 83% de las cigalas del Mar de Clyde, en Escocia, tienen microplásticos, y hasta el 68% de las bogas analizadas en Baleares.
Y esos microplásticos contienen cientos de sustancias tóxicas que por afinidad atraen a otros químicos presentes en el agua formando auténticas “bombas tóxicas” microscópicas que pasan a nuestro organismo a través de la cadena alimentaria.
Microplásticos detectados en los humanos
Inevitablemente, ya se han detectado microplásticos en el tracto digestivo de las personas y su presencia está más extendida de lo que pensábamos.
En una investigación realizada por la Agencia Federal de Medio Ambiente de Austria y la Universidad de Medicina de Viena, se descubrieron microplásticos en el tracto digestivo de todas las personas que participaron, procedentes de diversos países de Europa, Japón y Rusia.
En otros estudios con animales, no solo se encontraron microplásticos en el tracto gastrointestinal, sino también en la sangre o incluso en el hígado.
¿Cómo parar esta cadena de contaminación?
Por su tamaño diminuto, resulta inviable limpiar los mares de microplásticos. Y estas sustancias que son peligrosas ahora permanecerán muchísimo tiempo en nuestros oceános, por su difícil degradación.
El problema no puede resolverse solo con medidas como el reciclaje, una estrategia que calma conciencias pero que no resuelve el problema.
Es urgente que se deje de producir plástico y que la sociedad deje de consumirlo, eligiendo productos biodegradables y compostables en lugar de plastificados.
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